¿Cómo podemos sacar del clóset nuestro ciclo menstrual, sin caer en un discurso higienista que connote que nuestras menstruaciones son sucias y huelen mal? ¿Cómo salir de la clave heteronormativa, comprendiendo que no todas las mujeres menstrúan, y no únicamente las mujeres menstrúan? Ni predispuesta a todo, ni indispuesta, más bien con los ritmos y el sentir que cada une late en esos días de sangrado. Por Ornela Barone Zallocco
¿Cómo escribir acerca de la menstruación? ¿Cómo escribir acerca de una materia tan poco vista y tan poco mostrada? ¿Cómo escribir en torno a tanto tabú? ¿Cómo escribir deconstruyendo tanto estereotipo? ¿Cómo salirse de la matriz biológica? ¿Cómo explicar el ciclo sin recaer en el tan utilizado discurso de lo “natural”? ¿Cómo hablar de la menstruación sin utilizar todo tipo de nombres o nominaciones para evitar lo innombrable? ¿Cómo referir a la menstruación dirigiéndose a mujeres y también a lesbianas, a varones trans?
Los cómo son el modo o la manera en que se lleva a cabo la acción del verbo de la que dependen. Menstruar como verbo depende también de cómo se lo haga, en torno a qué prácticas, a qué contextos, a qué gestiones de la menstruación se puedan llevar a cabo, a cuánto conozcamos nuestro ciclo y nuestra sexualidad. Claramente esos “cómo” no son inocentes ni inherentes a nuestra persona, las formas en las que menstruamos nos fueron enseñadas y las fuimos (y seguimos) aprendiendo por las prácticas familiares, en la escuela, el sistema de salud y también en las publicidades.
El 28 de Mayo se ha propuesto como un día para la concientización de la menstruación, denominado “Día de la Higiene Menstrual”. Se eligió ese día por ser el 5° mes del año, representando los cinco días aproximados que dura el sangrado, y considerando que los ciclos menstruales son (en promedio) de 28 días, siempre que no haya alteraciones emocionales, físicas o embarazo. Este día pretende “que ninguna niña se quede atrás debido a su período”, según www.menstrualhygieneday.org, una ONGs sostenida por gobiernos y empresas del sector privado. No es un dato menor que una de las empresas que financia la mencionada campaña es del rubro de las empresas del “Femcare” (productora de toallitas y tampones).
Si revisamos la forma en que percibimos nuestra menstruación, se relaciona con un hecho vergonzante, el cual es necesario ocultar. Este «ocultamiento» ha sido el atributo principal acerca de la menstruación, para que nadie sepa que estás menstruando. Las publicidades de toallitas y tampones nos muestran el contraste con un pantalón pulcro blanco durante «esos días», para que sea aún más vergonzante. Esa no menstruación que a EFFY (activista trans argentina) le negaba según la sociedad la posibilidad de “ser mujer”, es la condición misma de que a las bio-mujeres, lesbianas y varones trans les coarta su ciclo menstrual, invisibilizándolo cuando de desecho se trata. Es decir que sólo es expuesto y celebrado cuándo en “bebito” se convierte.
Los enfáticos términos utilizados en la publicidad de productos menstruales, tales como “ultrafina”, “invisible”, dan cuenta de aquello que es y debe continuar siendo un tabú, de la etimología “prohibido” a su vez connotando “peligroso”. ¿Por qué es peligroso ver la menstruación? ¿Por qué se nos vende en clave de “cuidado íntimo”, “protección”? ¿De qué deberíamos protegernos? ¿Del ataque de “los rojos” al orden normal de las cosas? El discurso publicitario despliega en todos estos términos, claramente no inocentes, un cómo menstuar, se propone una performatividad del género en tanto el hecho que hace “que la mujer sea mujer” es lo mismo que hay que ocultar. Es decir que debemos realizar TODAS las tareas (“#No te detengas”) sin que se NOTE que estamos menstruando, que nadie perciba (“trajiste las entradas?”) que andamos en “esos días”. Que no son esos días, que no es sólo el sangrado, pórque es un ciclo; pero la publicidad con su claro tinte extractivista toma sólo lo que le resulta conveniente, el sangrado como situación de desecho a instancias de un consumo higiénico y “salubre”. Tal como estos discursos nos muestran, se alienta a todas las mujeres (estereotipo) a transcurrir esos días menstruales como si fuesen un día más, a no darle importancia, a no dejar de producir. A consumir sin cuestionarnos los productos que nos harán “sentir más confiadas, seguras y limpias” (extracto de la página de Carefree JyJ).
Debería ocuparnos saber que muches adhieren (con su compra) de manera inconsciente a estos discursos que nos cosifican y estereotipan, incluso las “creativas” campañas publicitarias ya lograron captar la necesidad de utilizar cierto código feminista para llegar a la mayor cantidad de personas menstruantes, por lo tanto es posible visualizar mujeres activas que ocupan diversas profesiones, roles y tareas; sin embargo aún quedan muches cuerpes por fuera del régimen de visibilidad, no se ven mujeres gordas, varones trans, ni no binaries . Sólo son VISTAS mujeres predispuestas a todo. Ni predispuesta a todo, ni indispuesta, más bien con los ritmos y el sentir que cada une late en esos días de sangrado. Tal como propone Pabla Pérez San Martín:
Necesitamos recuperar la sabiduría que nos brinda nuestra sangre, aprender a escuchar los llamados, las sensaciones que nos ofrenda la vida en cada ciclo lunar, para alcanzar una limpieza y una renovación. Si vivimos en función de alcanzar los ritmos de afuera, los ritmos lineales que nos impone el sistema, no conseguiremos renovarnos para emprender un nuevo ciclo…
Comúnmente, entre otras muchas nominaciones posibles, se conoce la menstruación como la “regla” o “Andrés” ambas nominaciones connotan una expresión lineal, propia de este sistema económico y los discursos sociales que de éste se desprenden. Sin embargo, la menstruación no es un hecho aislado y mensual, sino que se trata de un ciclo, de cuatro fases, en las que una es el sangrado, pero ésta es tan importante como las otras tres (pre ovulación, ovulación y pre menstruación). Nuevamente la forma o el cómo nombramos carga retóricamente el verbo «menstruar».
Por su parte, en la escuela, la menstruación sigue explicándose con materiales que en su gran mayoría acotan el tema al sentido reproductor, siendo este último el adjetivo principal para referirse a la menstruación. “Hacerse señorita” entonces es adquirir la capacidad de maternar, “ya podes ser mamá” (destino único e inexorable). Con una matriz heteronormativa y biologicista se explica el ciclo menstrual dejando por fuera la emocionalidad durante el ciclo, así como la gestión de la menstruación, nuevamente el cómo explicamos determina en muchos casos los hábitos adquiridos y la información que disponemos en torno al tema.
Entonces, ¿cómo hablar de la menstruación un 28/5? ¿Cómo sacar del clóset nuestro ciclo menstrual, sin recaer en un discurso higienista que connote que nuestras menstruaciones son sucias y huelen mal (principal prejuicio al referirse a este tabú)? ¿Y cómo posicionar el tema fuera de la clave heteronormativa, comprendiendo que ni todas las mujeres menstrúan ni únicamente las mujeres menstrúan. Si bien es claramente importante educarnos y concientizarnos acerca de la gestión menstrual, el cómo lo hacemos determina la acción, aun comprendiendo las múltiples y diversas condiciones económicas, sociales y culturales en las que se vive el sangrado, la solución no pueden ser productos que nos intoxican, alteran nuestra cantidad de sangrado, nos coartan el vínculo con nuestra sangre y generan un gran daño al medio ambiente.
«Menstruar» es entonces un verbo que sin duda, además de personal, es político.
ILUSTRACIÓN:
Serie «El fruto prohibido» de la artista gráfica sueca Liv Strömquist, intervención en el Metro de Estocolmo, subtitulada con el mensaje “Todo va bien (sólo estoy sangrando)”.