Un 8 de enero de 1878 era asesinado Antonio Mamerto Gil o, simplemente, el Gauchito Gil. Hoy convertido en santo popular, se esperan en su santuario de Mercedes, provincia de Corrientes, más de 300.000 promeseros y promeseras.
El Gauchito desertó del ejército porque no quiso luchar contra sus hermanos paraguayos en lo que se llamó «La Guerra de la Triple Alianza». Y desertar se pagaba con la muerte. Así fue que inició su vida de vivir escondido en el monte y de repartir entre quienes menos tenían lo que robaba a ricos y poderosos (por eso, también, se lo conoce como «el santo de los pobres»).
Cuando le dieron muerte, al costado de la Ruta Provincial 23, la orden que reflejaba su inocencia estaba viajando. Pero antes, el Gauchito había mirado a su asesino a la cara y le había dicho:
«Su hijo está muy enfermo, pero se curará con la sangre de un inocente».
Ese hombre regresó a su casa y su hijo volaba de fiebre. Así fue que regresó y con la sangre del Gauchito le hizo una cruz en la cabeza al pequeño. A los pocos días, se había recuperado por completo. Su verdugo inició el mito que hoy no para de crecer: en el árbol donde lo había asesinado erigió un pequeño altar para el Gauchito. El mismo que hoy se llenará de devotos y devotas que piden un favorcito, que agradecen los cumplidos, que comen asado y bailan hasta el amanecer.
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